UN VIAJE INESPERADO: MI EXPERIENCIA A BORDO DEL FERRY AMMAN


Ferry Amman

En el año 2018 tuve el privilegio de embarcar por primera vez en el ferry ‘’Amman’’ (ex-Manuel Azaña), un ferry muy conocido por la zona de las Baleares, que tantas alegrías dio a los habitantes del archipiélago balear. Por aquel entonces, el buque estuvo operando para la extinta naviera Flebasa filial de Ignasa. 

Recuerdo aquel domingo 1 de septiembre como si fuera ayer, en el que tuve el privilegio de embarcarme, disfrutar y aprender de cómo se trabaja a bordo de un barco. Días antes, recibí la llamada de su capitán para que fuera con ellos a pasar una jornada a bordo.

Tras aparcar el coche, me dispuse a pasar la aduana y mientras esperaba la arribada de mi ferry, contemplaba un llano lleno de camiones con destino a Marruecos y el flujo de vehículos que regresaban de Marruecos tras las vacaciones de verano.

Cuando el ferry arribó, el capitán me esperó en el portalón para acompañarme hasta las acomodaciones del buque. Subimos por una entrada que se localizaba en el interior de la bodega y se comunicaba con la cubierta de maniobras situada a popa, y de ahí seguimos ascendiendo un par de cubiertas más hasta llegar a la zona de acomodación de la tripulación (mayoritariamente de nacionalidad egipcia). Era la zona donde se localizaban los camarotes de la tripulación y la zona de comedor. El buque contaba con dos comedores, uno para la dotación de marinería y otro para la dotación de oficiales.

El capitán tuvo la cortesía de invitarme al comedor reservado para los oficiales. Nos sentamos en aquel pequeño pero acogedor salón, donde en pocos minutos se llenó de aquella larga mesas de comida. Mientras íbamos almorzando, el capitán me iba contando su experiencia como marino desde que se inició como grumete hasta el cargo que ostenta hoy en día. Recuerdo que el menú de ese día era de primero una ensalada mixta bastante generosa, por no decir que me encontraba medio lleno solo con esa ensalada. De segundo, una sopa de pescado acompañado por una fritura variada de pescado, para finalizar con un yogur de fibras como postre.


El capitán se tuvo que marchar unos minutos antes de la salida y me dejó en aquel pequeño pero acogedor salón. Quería que terminara de comer con tranquilidad. A eso de las 14:30, el barco comenzó a vibrar, ya resonaba la música de los motores y por megafonía se daba la bienvenida a los pasajeros. Partimos del puerto de Algeciras con destino a Tánger Med, era mi primer viaje para conocer aquellas gigantescas instalaciones. El puerto tangerino se encuentra a una distancia de unos 50 km del núcleo urbano. Poco a poco íbamos dejando la bahía de Algeciras por popa y a babor a Gibraltar. En ese momento, el capitán me llevó hacia el puente de mando para que disfrutara del viaje desde la zona de mando.

El capitán tuvo que marcharse para realizar unas gestiones administrativas y me dejó a cargo de su segundo oficial. El oficial era una persona joven y muy generosa. Me explicó cada detalle de los controles del puente, los puntos más importantes para mantener una guardia adecuada, las principales reglas de navegación (RIPA en español o COLREG en inglés), además del funcionamiento de los equipos de radio VHF y sus múltiples opciones de llamada, desde una llamada de rutina hasta una llamada de socorro y los diferentes tipos de procedimientos.


En ese preciso momento, teníamos por estribor al ferry ‘‘Las Palmas de Gran Canarias’’ y alcanzándonos por babor al roro ‘’La Surprise’’. El oficial me explicó detalladamente quién tenía prioridad sobre quién y sacó un folio donde me pintó el rango de visibilidad nocturna (hasta los 22,5º de visibilidad) de las luces de los buques.

Ya nos estábamos acercando al puerto de Tánger Med cuando el oficial paró la explicación para comunicar al centro de coordinación de Tánger de su llegada, número de pasajeros y del transporte de algún tipo de mercancías peligrosas. Mientras él realizaba dicha comunicación, yo me iba quedando asombrado de aquel mega puerto.


La primera gran terminal estaba dedicada al transporte de contenedores, vehículos y graneles líquidos. Más al fondo se encontraba una segunda terminal en fase de construcción dedicada exclusivamente para contenedores, y en mitad de ambas terminales se encontraba la terminal de ferry, con una pequeña bocana y un espacio muy reducido para la realización de la maniobra de atraque. Todas las terminales tenían el mismo problema: se veían afectadas por la resaca de la zona.

El viaje de ida se me había pasado rápido, y eso que la duración de la travesía fue de una hora y cuarenta y cinco minutos. A la llegada a Tánger Med, tuve la suerte de contemplar el paisaje inverso al que estaba acostumbrado a ver, el de la costa española. Al fondo divisé lo que denomino como la pequeña perla blanca, Tarifa, enclavada en mitad del estrecho. Se podía divisar a lo lejos sus casas blancas y su castillo, además de la isla de Tarifa, más popularmente conocida por los tarifeños como la isla de las palomas.

Comencé a fotografiar, como buen aficionado a la fotografía náutica, el entorno portuario tangerino y su famosa loma con la inscripción en árabe de Dios, Patria y Rey, además de las salidas y entradas de los ferris que nos precedían.


A eso de las 18:15 partimos del puerto con destino inverso. Ya había finalizado mi primera y breve estancia en este puerto marroquí. El viaje de vuelta lo realicé cámara en mano, para fotografiar aquellos maravillosos paisajes que nos regala el estrecho, además de algún cetáceo que se encontraba de paso en ese momento. Poco a poco íbamos dejando atrás aquellas inmensas instalaciones para volver a casa. Mi viaje estaba tornando a su fin. Ya se iba divisando por proa Gibraltar y la bahía de Algeciras con su habitual frenesí de tráfico marítimo. Con poca máquina, íbamos aproximándonos a la boya de recalada para la recogida del práctico hasta el atraque final. Ahí finalizó mi viaje, les di mil gracias a su tripulación y en especial a su capitán. Fue un día irrepetible.


Mandos del ferry Amman

Parte del punte de mando



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